viernes, agosto 01, 2014

Alimentos biológicos.... Va a ser que no (I)


El comienzo de mi relato se puede situar en uno de los lugares que más frecuentemente visitamos en nuestra vida diaria. En realidad, a decir verdad, con una mínima capacidad de observación y de curiosidad, las situaciones más cotidianas pueden convertirse en verdaderos desafíos a la inteligencia humana. O más bien, verdaderas exposiciones de su negligencia conceptual.
          De hecho, estaba yo hace un tiempo haciendo la compra semanal en el supermercado de mi tierra de acogida y me encontré de frente con unas bonitas calabazas en un cestillo. Pensé en coger una para hacer una crema, a pesar de poco eficiente que resulta la cantidad de tiempo que “desperdicias” en separar la cáscara si lo relacionas con la pequeña cantidad de pulpa que obtienes a cambio. En cualquier caso, yo soy una persona de sabores y este se encuentra entre los que más estimo. Mientras que sostenía una de ellas tratando de identificar alguna indeseada señal de podredumbre, saltó a la vista una peculiar etiqueta pegada al rugoso relieve del fruto. La figura representada, totalmente en verde, se asemeja a una hoja de árbol cuyos bordes lo componen unas estrellas de color blanco. Para los que no estén familiarizados, decir que se trata del logotipo oficial utilizado por la Unión Europea para marcar los alimentos producidos en condiciones biológicas, ecológicas u orgánicas.


Siguiendo los instintos de la curiosidad, continué leyendo el etiquetado como normalmente hago con la inmensa mayoría de los productos que pasan por mis manos. Poco tardé en darme cuenta que algo de lo que ahí se estipulaba no cuadraba: “Procedencia: España”. Es decir, aquel alimento que teóricamente aboga por un cultivo sostenible, en armonía con el medio ambiente, ¿ha sido transportado por tierra, aire o mar más de 2000km hasta el lugar de venta? Quizá no me haya enterado de que los combustibles fósiles se han demostrado inocuos con la capa de ozono y el calentamiento global es una mera maniobra de marketing. La pregunta es: ¿cuán biológico es un producto si dentro de la cadena de producción (entre la que se incluye la distribución) se ha hecho uso de un vehículo con motor de explosión? Automáticamente, mis ojos se dirigieron al cestillo adyacente, con el mismo producto pero sin la tan afamada etiqueta verde. Esperable, aunque no por ello menos aberrante, mi bolsillo tenía que desembolsar casi el doble de precio por el simple hecho de una homologación que ya aparentemente carece de un mínimo de criterio.


Se me plantearon diversas dudas al respecto. La primera y la que más me cabrea, ¿me están llamando tonto y aun así piensan que no me voy a dar cuenta? Seguidamente, y con la mente un tanto más fría, ¿será posible que la UE, ese nuestro organismo rector que todo lo sabe y controla en Europa, puede ser tan chapucero como para autorizar un etiquetado contradictorio? Y por último, ¿es posible que tenga un concepto equivocado y extremista de lo que debería ser orgánico? Desgraciadamente, como veremos después, las respuestas a estas preguntas son sí, sí y no respectivamente.

De manera general, la producción biológica (tanto animal como vegetal) se podría definir como aquella que se realiza acorde con los principios de sostenibilidad con la naturaleza, es decir, preservando un alto grado de biodiversidad, conservando los recursos naturales y aplicando un elevado estándar de bienestar animal. Estas características están tomadas directamente de la normativa europea referente a la producción orgánica y su etiquetado (Council Regulation (EC) No 834/2007 of 28 June 2007 on organic production and labelling of organic products and repealing Regulation (EEC) No 2092/91), la cual marca las pautas a seguir por todos los países de la Unión Europea a la hora de comercializar dichos productos con el logotipo que describíamos previamente. La verdad es que, como muchas cosas sobre el papel, tenemos ante nosotros el tipo de producción que el ser humano como especie podría, bajo mi punto de vista, adoptar incondicionalmente como solución ante la perjudicial influencia del ser humano en algunos aspectos de nuestro medio ambiente. Pero aplicando aquel principio no escrito de “lo bueno, si breve, dos veces bueno” poco nos dura la ilusión de dicha introducción. Concretamente 8 parrafitos de la normativa, a partir de los cuales comienza un festín de necedades que desemboca indefectiblemente en un atracón de desaboría incultura. Pero toda ella orgánica, no nos olvidemos.
Cito textualmente el párrafo 9: Genetically modified organisms (GMOs) and products produced from or by GMOs are incompatible with the concept of organic production and consumers' perception of organic products...” Traducido, “Los Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) y aquellos productos obtenidos a partir de o por OGMs son incompatibles con el concepto de la producción orgánica y la percepción del consumidor acerca de los productos orgánicos…”. Solamente ha faltado un “va por ustedes” (All for you, en Inglés) agitando el capote torero. Para empezar por el principio de los múltiples comentarios que se pueden hacer al respecto, me gustaría que alguien con un sano espíritu de crítica y una mente abierta fuera capaz de mostrarme un solo trabajo que, siguiendo unos altos estándares científicos, demuestre y concluya indefectiblemente que los OGMs (o alimentos transgénicos, palabra tan denostada últimamente por organismos de dudosa ética profesional) son perjudiciales tanto para el ser que los consuma como para el medio ambiente. Yo personalmente, que no tengo una mente abierta…. a las estupideces, no he sido capaz. Algunos siguen hablando del artículo retractado de Seralini, otros de multinacionales asesinas que quieren esclavizar a la humanidad. Algunos más originales, con el síndrome de nueva cuña denominado “Cualquier tiempo pasado fue mejor”, citan como fuente de referencia oficial autorizada a su abuela o bisabuela (quienes recordemos tienen o tenían menor esperanza de vida que nosotros en la era transgénica) argumentando algo así como que los productos de entonces tenían más sabor (para gustos...) y eran mejores. En definitiva, palabrería barata que se engloba en la teoría “todológica” que explicaba en pasadas entradas del blog y en no pocas inspiraciones (o expiraciones…) “New age”. Desgraciadamente, suelen desembocar en extremismos insostenibles dese el punto de vista lógico, en las cuales las máximas aspiraciones de sus miembros son dar algún tipo de motivación a sus aburridas vidas a base de supersticiones pseudo-religiosas.

Siguiendo con el susodicho párrafo, decir que la segunda parte de la frase no tiene perdición… ¡toma en cuenta la percepción del consumidor acerca de los productos orgánicos! Independientemente de que esta sea o no correcta. En definitiva, de manera indirecta la manipulación de la opinión del consumidor se hace ley y toma un papel preponderante en la aplicación de la legalidad vigente. Para no parar de reírnos con semejante ridiculez, en el punto 13, cargándose de autoridad moral, se dice lo siguiente: (…) Additional fertilisers, soil conditioners and plant protection products should only be used if they are compatible with the objectives and principles of organic production. Traducido literalmente, “(…) fertilizantes adicionales, acondicionadores del suelo y productos para la protección de las plantas deberán ser utilizados sólo si son compatibles con los objetivos y principios de la producción orgánica”. ¡Qué bonito! Con fuerza y reafirmando su propuesta… he estado a punto de derramar una lagrimita… Como reflexión diré lo siguiente: ¿acaso los OGMs no cumplen tantas o más exigencias de la ley como los propios alimentos orgánicos? Que cada cual haga sus indagaciones y lo mismo nos llevamos alguna que otra sorpresa. Es más, si los transgénicos en general son tan malos como los pintan, y siguiendo el mismo principio de prohibición, ¿por qué los adalides de semejante ridiculez de normativa no dejan también de consumir, por ejemplo, ciertos medicamentos cuando están enfermos? Me muero de ganas de ver la cara de un diabético insulino-dependiente cuando un ecologista pro-orgánico le comente que van a prohibir su tratamiento por prejuicios acientíficos… Así pues, basándose en una gran y absoluta “nada” y en la opinabilidad (= “todología” en este caso) de la cuestión, en el punto 30 del citado documento oficial concluye que los OGMs no podrán ser etiquetados como orgánicos, ni podrán ser incluidos en dichos productos. Porque yo lo valgo, se podría añadir.  

Y ya que hablamos de tener en cuenta la percepción del consumidor, llegamos al punto 22:It is important to maintain consumer confidence in organic products. Exceptions from the requirements applicable to organic production should therefore be strictly limited to cases where the application of exceptional rules is deemed to be justified.En pocas palabras, “Es importante mantener la confianza del consumidor en los productos orgánicos. Excepciones a los requerimientos aplicables a la producción orgánica han de estar consecuentemente limitados a aquellos casos donde la aplicación de normas excepcionales se consideren justificadas”. Ay pillines… ahí os quería yo ver. Es decir, tenemos que promocionar a toda costa nuestro producto falso, no vaya a ser que nos descubran. A ver, a ver… mmm. ¿Cómo podemos dar entonces publicidad a los alimentos ecológicos? Bueno, no se me ocurre otra cosa que denostar a la malvada industria alimentaria, compuesta únicamente de gente sin escrúpulos y con la connivencia de unas autoridades que sistemáticamente falsean y ocultan los negativos datos de salubridad. ¡Sí! ¡Buena idea! Este montaje entonces es perfecto:
 
 

            Ah, no! Mejor este:



 
             Como ya dijo el ministro de propaganda Nazi, Joseph Goebbels Miente, miente, miente que algo quedará, cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá”.
   


¡Esto es un chollo! A pesar de que lo que diga no sea cierto, puedo utilizar de pisapapeles la ley española acerca de la publicidad engañosa (Reglamento de información alimentaria al consumidor (1169/2011), de aplicación a la publicidad. Art. 7, Prácticas informativas leales) sin represalias y, encima, ¡me beneficio de ello! Dónde hay que firmar…
 
   Pero bueno, no todo hay que hacerlo en negativo. Hay que revestirlo todo de un halo moderno y neo-guay:





Además, como bien se ve en la imagen, dentro de nuestra impunidad dialéctica, podemos mentir un poco más y decimos que todo se ha hecho sin químicos.
¡Sí señor! Relacionado con ello, seguramente lo que más se oye es que no se han utilizado pesticidas, esos productos sintéticos que lo único que hacen es intoxicar nuestra alimentación de manera lenta pero segura. “Killing me softly” como dice la canción. Pero entonces, ¿por qué los propios organismos oficiales generan anexos con, precisamente, pesticidas autorizados? ¿No habíamos quedado que la química es mala y lo natural es bueno? No, no, no… pero un momento. Si en el colegio a mí me enseñaron que todo en esta vida es química. ¿Hay dos tipos de química? ¿Una buena y otra mala? No entiendo nada. Además, no puedo menos que fijarme en sustancias de esa lista como el cobre (inmensamente natural en su origen pero tremendamente tóxico a ciertas concentraciones) utilizado como anti-fúngico en plantaciones vinícolas ecológicas (Caldo Bordelés). Lejos de ser biodegradable, se acumula en el suelo (Enlace 1 y Enlace 2) y, por consiguiente, en la planta que crezca en él, configurando una vía de acceso y toxicidad a nuestro organismo. Además, la acumulación afecta a las especies que viven en dicho suelo, como las lombrices de tierra, generando una menor biodiversidad en torno al cultivo supuestamente biológico. Paradójico, ¿no? (Aclaración: estos enlaces no contienen declaraciones juradas de ecologistas “todológicos” ni “websites” ecolo-maliciosas).
Por poner otro ejemplo, en esa lista de pesticidas y químicos autorizados en agricultura orgánica tenemos al microorganismo Bacillus thurigensis, el cual produce una proteína insecticida (Proteína Bt) que protege al cultivo de incómodos comensales. Decir que, curiosamente, algunas variedades transgénicas (OGMs) llamadas “Bt”, contienen el gen que produce dicha proteína por lo que no necesitaríamos utilizar ningún plaguicida extra (a no ser que hayan aparecido previamente plagas resistentes en la zona). Con lo que 1) Los cultivos  de la zona se beneficiarían de la disminución de los insectos perjudiciales por el “efecto halo” y 2) ahorras dinero derivado de la compra de dicho insecticida, fumigación y huella ecológica de dicho proceso. ¿Es entonces ecológico, orgánico o biológico un OGM Bt? ¿Estamos aplicando una doble moral cargada de obcecaciones y sinrazones. 
Si seguimos hablando un poquito de los insecticidas en el mundo de lo orgánico (que evidentemente -¿cómo íbamos a dudarlo?- no son ni químicos ni pesticidas, al ser un producto autorizado para la agricultura ecológica), nos encontramos con un asunto cuando menos curioso. Es más, en pos de preservar la biodiversidad (uno de los grandes principios de nuestra bio-religión), utilizamos un producto, el Espinosad, cuya principal característica es que es sumamente inespecífico. Es decir, nos cargamos seguro la plaga que nos destroza el cultivo. Pero también a toda la biodiversidad de insectos alrededor del mismo que no tiene culpa de nada…. Aaaahhh, ya entiendo…. ¡viva la biodiversidad! Si yo fuera tan falaz como esta ley que estamos analizando y sus cínicos valedores, podría dedicar mi vida a desprestigiar la producción biológica, participando al  divertido juego de establecer relaciones causa-efecto insostenibles y sin fundamento alguno. Con el fin de hacerlo fácil, potente y de actualidad, utilizaré una noticia reciente sobre la reducción grave de la población mundial de abejas. Fuera ya de que si Obama hace esto o que si los científicos se preocupan (qué más nos da, si nuestro propósito es otro), elaboro este titular: El uso de insecticidas inespecíficos en la agricultura ecológica (Espinosad) es una de las causas importantes de la extinción progresiva de la abeja (Apis mellifera). Lo publico en mi blog anti-ecologista y me dedico a darlo publicidad. Fuente: ninguna. Datos: ninguno. Simplemente publícalo, que nadie va a corroborar la (espero) insostenible afirmación. Y este es, señoras y señores, el sistema de marketing que nuestra ley biológica avala.
También podríamos comentar algo acerca del otros elementos de ese listado, como el aluminio y el azufre, ya que se intentan justificar su uso en agricultura biológica diciendo que son elementos absolutamente incorruptos y naturales al proceder casi directamente de las minas o yacimientos. Estupendo. Como todo lo natural es bueno, usemos entonces también el uranio y el plutonio, productos altamente naturales. Saltan a la vista igualmente algunos compuestos más complejos, como los piretroides, el jabón potásico, aceite de parafina, … que fuera ya de la discusión acerca de su toxicidad o no toxicidad (hasta el agua puede ser tóxica si te bebes 15 litros al día), después de tanta publicidad engañosa no me queda claro si son químicos o no. Creo que debo de regresar al colegio, a la vista de mi tremenda confusión y/o desinformación.  
Paradójicamente, alguno de esos químicos sintéticos que las malignas compañías multinacionales comercializan a modo de pesticidas, son bastante más biodegradables que muchos de los supuestamente “no químicos” biológicos, al tiempo que menos tóxicos. Se puede poner el ejemplo del glifosato, herbicida frente al cual alguna de las variedades transgénicas es resistente. Este elemento se ha demonizado desde diversos lobbies ecologistas argumentando una supuesta toxicidad necesariamente mortal. Es algo muy curioso, ya que los estudios de toxicidad nos dicen que es en torno a 10 veces menos tóxico que la cafeína o la aspirina y, que yo sepa, estos mismos señores no tienen ningún reparo al cafecito de media mañana ni al medicamento de la gigante multinacional alemana cuando les duele la cabeza. Para apoyar su afirmación, casi siempre se basan en un estudio donde se le inyecta glifosato al embrión de una rana o de un pollo, produciendo malformaciones… y digo yo. Evidentemente. El embrión es un sistema tremendamente delicado, al cual mínimas alteraciones le suponen grandes consecuencias. Imaginémonos si le inyectamos directamente, no ya glifosato, sino…. algo. Un poquito de leche caliente con miel, una manzanilla o un batido de vainilla (pero todos ecológicos por respeto al medio ambiente). En todos los casos observaremos al menos tantas (o más) consecuencias como con el glifosato. Así que, moraleja, basándonos en las irrisorias condiciones experimentales planteadas en la publicación, que los futuros padres se abstengan de inyectar un caldo de verduras transgénicas resistentes a glifosato en el útero para evitar malformaciones. Funciona al 100%.
 
Volviendo a la desafortunada realidad (es decir, al punto 22 con el que comenzó todo el razonamiento tóxico de antes), hay que seguir encubriendo el lado oscuro de esta ley y, como hemos dicho antes, vamos a presentarnos como los salvadores de la humanidad. Espera, espera. Alguien podría decir que me estoy pasando. Por lo menos, en este punto que tratamos, se deja abierta la posibilidad de introducir nuevas consideraciones dentro de la agricultura biológica basándose en… a ver… ¿cómo las llamaba? Ah sí. Evidencias... ya… pero… entonces me pregunto yo: si hasta ahora se encuentra ampliamente justificada la seguridad (y en muchos casos las ventajas) del cultivo y consumo de OGMs, ¿por qué se prohíben explícitamente? ¿O es que debido a mi falta de compresión lectora y el uso de un idioma que no es el mío he traducido el artículo erróneamente? ¿Es posible que quizá únicamente se tenga que atender la opinión de un público mal informado (al que no olvidemos hay que someterse obligatoriamente según el párrafo 9), y no a razones científicas objetivas y suficientemente contrastadas? Y lo que más me intriga, si nos ponemos en un supuesto (bastante remoto a tenor de la imbecilidad humana) de que, por poner un ejemplo, se aprueba el uso de OGMs en agricultura biológica ¿es posible que los beneficiarios de esta manipulación se queden sin el chiringuito de vender una farsa a un precio desorbitado? La verdad es que la lectura del antiguo testamento y esta ley no difiere mucho. Y como tal, no es de extrañar que los extremistas bio-religiosos dejaran de consumir dicho producto si tal eventualidad tuviera lugar. Pero voy a dejar de especular, que para eso ya tenemos a las organizaciones pro-bio, pro-vida, pro-…creo que me estoy liando…
 
Continuando con nuestra lectura del comic, si nos vamos al punto 32, por fin llegamos a algo relacionado con las importaciones y exportaciones de, por ejemplo, la calabaza con la que comenzaba esta entrada. Realmente aquí (al igual que en el resto del documento) no se especifica nada acerca de su regulación, pero evidentemente legalizan un transporte de mercancías calificado como biológico, orgánico o ecológico. Pero lo más bochornoso viene después: “It might in some cases appear disproportionate to apply notification and control requirements to certain types of retail operators, such as those who sell products directly to the final consumer or user. It is therefore appropriate to allow Member States to exempt such operators from these requirements ()”. (Traducción aproximada: Puede resultar en algunos casos desproporcionado el aplicar los requerimientos de notificación y control a ciertos tipos de operadores minoristas, como aquellos que venden directamente al consumidor o usuario final. Es por lo tanto apropiado el permitir a los Estados Miembros el eximir a dichos operadores de estos requerimientos.). Pero, ¿no es uno de los mayores principios de este tipo de producción el cultivo y consumo de proximidad? Y si, debido a esa exención fiscal de ciertos distribuidores, resulta que hacen uso de prácticas insalubres para el medio ambiente o utilizan vehículos altamente contaminantes, ¿sigue siendo biológico el producto que llega la supermercado? Además, por si no queríamos más, nos deleitan con una agradable sobremesa. En el punto 33 hacen mención a importaciones de alimentos biológicos desde fuera de la Unión Europea (!!!!???), los cuales, si han sido producidos bajo el amparo de esta incoherencia suma que nos presentan en forma de ley, se autorizan con el sellito verde  europeo de ecológico (nos da igual la distribución, o lo que es lo mismo, que crucen un océano entero en barco, por ejemplo). La verdad es que ya casi me da vergüenza a estas alturas seguir indagando, porque rascando un poco más en cualquier aspecto de la ley, descubres negligencias por todos lados. Y las importaciones no iban a ser menos. De hecho, una auditoría realizada en 2012 a todos los países miembros de la UE acerca de los alimentos biológicos concluyó entre otras cosas:
 
·         Los informes presentados a la comisión de control son a todas luces insuficientes e incompletos.
·         Existen dificultades en la trazabilidad de los alimentos.
·         Los controles a la importación de alimentos biológicos son insuficientes.
·         Falta de fiabilidad para constatar que dichas importaciones aceptadas cumplen las condiciones.
·         No pueden garantizar que los operadores de alimentos biológicos hayan sido auditados una vez al año.
 
 Que cada uno saque su reflexión que yo me agoto. Pero independientemente de estas consideraciones, de nuevo nos venden un poquito de humo, gritan una supuesta verdad revelada como un Jesucristo del siglo XXI y nos incrementan bochornosamente el precio delante de nuestras narices.
 
Hasta aquí la primera parte de mi escrito acerca de la agricultura ecológica. Espero que la broma que he expuesto le haya gustado y le apetezca enterarse un poco más de otros aspectos del timo de lo biológico. La segunda parte está en camino con más y más emocionantes incoherencias como nunca antes se hubo visto.
 
 (Próximamente en los mejores cines)



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